Cuando el sábado pasado llegué a mi habitación me pareció cualquier cosa menos mía. Fue ese sentimiento de hallarme en tierra de nadie, que tras colocar todas mis cosas y adornar paredes y estanterías remitió en gran medida.
Hoy ya puedo decir que estoy en mi casa inglesa... a pesar de que el tendedero, el lavabo y la cama compartan el mismo espacio.
Con altibajos emocionales, con más café y cereales que comida real, con lágrimas, risas, torpezas y ocurrencias... aquí estoy, dispuesta a afrontar estos tres meses fuera de casa y, lo que es más duro, lejos de mi gente.
Aprendiendo a aprender de todo...