Cuando lloras, le añades dimensión al infinito.
Cuando lloras, la noche paraliza los latidos del miedo
y una sola lágrima expande los contornos
de los besos unánimes
en la nuca jíbara de la eternidad.
Cuando lloras, la muerte es un morreo
por correspondencia, una sonrisa breve
al salir del aplauso; una sombra blanca,
inolvidable y cierta en la retina sobria
de Charles Foster Kane.
Cuando lloras,
recuerdo el nombre exacto de las cosas
y las cosas no existen
más allá de la palabra ingrávida
que al callar las nombra. Más allá
de su piel con ojeras al salir del teatro
o acaso de la vida.
Cuando lloras,
eres lo que fuiste en ese lagrimal
que da entidad al mundo. Y desalas los mares
y te desalas. Cuando lloras.
Dani Izquierdo Clavero